A pedido de mi amiga Vicky, que comparte conmigo la grata, y a veces no tanto, experiencia de vivir solas va este post de los impuestos...
¿Cómo no disfruté más de los 17 años en los que ni conocía la existencia de las colas para pagar cosas? Con decirles que ni siquiera me acuerdo de haber acompañado a mi papá al banco a pagar algo. Mi única relación con las facturas era meterlas en el cajón de la mesa que hay a la entrada de casa, o como mucho llevarlas a la mesa ratona del living. Cuando me fui a vivir con mis hermanos no sufrí tanto, porque al ser tres nos dividíamos lo que había que pagar. Mi responsabilidad eran las expensas y no recuerdo que más, eran tan poco que hasta lo disfrutaba porque implicaba tener una responsabilidad. Y claro está que al no trabajar los horarios de 10 a 15 del banco, o el del pago fácil que es hasta las 18, no significaba nada para mí. Ya viviendo sola el pago de impuestos empezó a ser una actividad que detestaba mucho, pero mucho, porque eran muchas facturas a pagar por toda la ciudad: las expensas en un lugar (Banco Superville, que sabrán no hay por toda la ciudad), el alquiler en SAN TELMO (mientras cursé me quedaba de paso de la facultad, pero ahora estoy como a 30 cuadras desde mi casa y a 50 desde mi trabajo), y lo demás bueno por suerte en pago fácil. Desde que empecé a trabajar se tornó una complicación el pago de servicios y con la coordinación de los horarios, tuve que optar por pagar todo por débito: ¡que suerte que el cajero no tiene horario!
Aprovecho para agradecer a mi hermano, a Micaela, y a mi prima Lele, por las veces que me dieron una mano y me pagaron algo.
Lujis
1 comentario:
Gracias Lu!!! ajaj realmente pagar las cosas es una de las mayores contras de vivir sola!!!
Besote!! Te quiero!
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